domingo, 8 de noviembre de 2009

Cuando el fútbol lo fagocita todo

La ‘Rampa del deporte’ está totalmente desierta. Da la sensación de que hay poco interés en ver, por ejemplo, el McLaren MP4/13 con el que Mika Hakkinen se proclamó campeón del mundo de Fórmula 1 en 1998. Las descomunales zapatillas cedidas por Pau Gasol, Roberto Dueñas y Elisabeth Cebrián tampoco parecen ser un gran reclamo para el público. En ese momento un grupo de niños, en una de esas mal llamadas “salidas culturales” que todo alumno celebra porque les permite ahorrarse una clase de matemáticas, irrumpe en el hall del Museo Olímpico y del Deporte de Barcelona, presidido por un Ibiza Kit Car con el que Jesús Puras y Erwin Weber ganaron el Campeonato del Mundo de Rallies de Dos Litros en 1996. Mientras la pobre monitora hace lo que puede para controlar al grupo, uno de los chavales exclama “¡Jo! ¡Teníamos que haber ido al Museo del Barça!”.

Apenas a cinco kilómetros de la montaña mágica, en el Museo President Nuñez, popularmente conocido como el Museo del Barça que tanto quería ver aquél chaval, un grupo de alrededor de diez personas admira la colección de títulos cosechada por las diferentes secciones del FC Barcelona en 2009, presidida por la UEFA Champions League que el equipo consiguió el pasado 27 de mayo en el Estadio Olímpico de Roma frente al Manchester United. Franqueando las copas, dos pantallas se recrean, a ritmo de Coldplay, con vídeos del 2-6 que los de Guardiola endosaron al Real Madrid. A unos metros, dos visitantes japoneses armados con cámaras fotográficas retratan las botas con las que Ronald Koeman marcó el gol que dio a los azulgranas su primera Copa de Europa.

En la sala dedicada a Barcelona 92 del Museo Olímpico reina el silencio, sólo roto por los lejanos gritos de los jóvenes visitantes. Es llamativo que el museo dedicado a uno de los acontecimientos más importantes que ha vivido la capital catalana, que se convirtió en ombligo del mundo entre el 25 de julio y el 9 de agosto de 1992, atraiga tan poco la atención. Inaugurado el 21 de marzo de 2007, no se centra únicamente en las XXV Olimpiadas ni en la historia de los juegos, sino que incluye a todo deporte, olímpico o no. La muestra comprende desde la bicicleta en la que Indurain portó la antorcha olímpica, las marionetas usadas por la Fura del Baus en la ceremonia de inauguración, una moto con la que Ángel Nieto logró uno de sus 12+1 Campeonatos del Mundo de motociclismo, futbolines, juguetes y cómics relacionados con el mundo del deporte, una sección de cáliz más científico, en la que se tratan temas como la alimentación o el dopaje, un repaso fotográfico a las olimpiadas de Pekín 2008 o una amplia colección de objetos cedidos Joan Antoni Samaranch. Se trata de una recopilación de pinturas, esculturas, una colección de sellos dedicada al deporte y fotografías que retratan al presidente de honor del COI con diferentes personalidades con las que se encontró a lo largo de sus 21 años al frente del movimiento olímpico.

La calma reinante en el museo olímpico contrasta con el ajetreo del Museo del Barça, una especie de Torre de Babel en el que en poco tiempo se puede escuchar un peculiar amalgama de idiomas, algunos de difícil identificación, que raras veces incluye al castellano y al catalán. No hace falta un análisis muy exhaustivo para darse cuenta que gran parte de los visitantes son forasteros de visita en la ciudad a los que no les quema gastarse los 14€ que cuesta una entrada (gratis para los socios), pero que sin embargo no tienen tiempo, dinero o interés como para invertir 4€ en una visita al Museo Olímpico. Asiáticos, eslavos y sajones observan absortos la colección de trofeos que el club azulgrana ha ido recaudando a lo largo de sus 109 años de existencia, las camisetas de los campeones del triplete, prendas usadas por leyendas del club como el belicoso delantero búlgaro Hristo Stoichkov y maquetas de los distintos estadios en los que ha jugado el equipo. Tampoco dudan en fotografiarse, previo pago, levantando la Champions League lograda en 2006 gracias a aquel tiro de Belletti que se escurrió entre las piernas de Almunia.

Según Nielsen Media Research, 4,7 billones de espectadores siguieron en algún momento la retransmisión de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, siendo la competición deportiva con más seguimiento de la historia. Sin embargo, el museo más visitado de Cataluña es el Museo del Barça. En 2008, 1.397.306 personas examinaron la exposición azulgrana, por encima de los 1.302.347 visitantes del Museo Dalí, de los 1.137.306 del Museo Picasso, y de los 1.045.538 de la Fundación Miró. El Museo Olímpico tuvo 80.000 visitas, de las cuales 20.000 eran visitas escolares. No deja de ser llamativo que los museos dedicados a tres genios que marcaron la historia de la pintura y el que se le dedica al evento deportivo con más seguimiento del mundo tengan menos visitantes que el Museo del Barça, que no deja de ser una sala de trofeos con algunos añadidos. Este hecho no hace más que reflejar el gran impacto social que tienen ciertos conjuntos deportivos en general y la proyección mundial que tiene el FC Barcelona en particular. Uno de los laterales del Camp Nou, que alberga el Museo President Nuñez, exhibe orgulloso el lema de la entidad azulgrana “Más que un club”. Tal vez, por extensión, el Museo del Barça sea “Más que un museo”. En cambio el Museo Olímpico y del Deporte es sólo un museo. Olímpico, pero sólo un museo.

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