viernes, 21 de agosto de 2009

Enemigos Públicos: Cuando mucho se convierte en poco

Vaya por delante una protesta ante la lamentable adaptación de las salas españolas ante las nuevas tecnologías cinematográficas. Es tercermundista que en una ciudad como Barcelona una película rodada expresamente en digital, como Enemigos Públicos, no pueda ser vista en este formato en versión original . Lo mismo ocurre con Up: si la quieres ver en 3D te tienes que comer el doblaje. Mucho patalear porque la gente no va al cine pero aquí no se mueve nadie para ofrecer al espectador algo que no pueda ofrecer el emule. Mal vamos.

Cuando se anunció que Michael Mann contaría con Johnny Depp y con Christian Bale, seguramente los dos mejores actores de su generación, para contar la historia del famosísimo atracador de bancos John Dillinger muchos pensaron inmediatamente en un Heat en los años 20, con Bale persiguiendo a Depp como Al Pacino persiguió a De Niro. Por desgracia, Enemigos Públicos no es Heat y tampoco es que intente serlo.

Mann revisita el mito del gángster de los años 30 sin tratar de reinventarlo, sin ocultar los clichés y tópicos que inundan el filme. A parte de narrar una historia más vista que el escote de Pilar Rubio, el guión tiene varios fallos garrafales. El primero es que por momentos la historia se vuelve algo confusa. El segundo es el gran lastre de la película, y es que en ningún momento llegas a identificarte con ninguno de los dos personajes. Estos no están bien definidos, desaprovechando de mala manera a los dos actores protagonistas, especialmente a Christian Bale, reconvertido en un inexpresivo sabueso sin profundidad ni mayor interés. Marion Cotillard también pasa sin mayor pena ni gloria limitandose a caer enamorada a los pies de Depp y poco más. Mann falla, no estrepitosamente pero falla, en uno de los aspectos en el que siempre había destacado: crear unos personajes sólidos y humanos. Desde el punto de vista histórico se toma algunas licencias, como la muerte de Baby Face Nelson, que realmente sobrevivió al final de la banda de Dillinger y se convirtió en el enemigo público número uno a la muerte de este.

Desde el punto de vista de la realización, Michael Mann se sigue demostrando ser un monstruo a la hora de planificar secuencias, explotando al máximo lo visual y lo sonoro para lograr escenas espectaculares. El rodar una película en video tiene ventajas y desventajas –desde el punto de vista visual y narrativo, sin tener en cuenta aspectos de producción-. Michael Mann pretende dar sensación de inmediatez, acercar la acción al espectador y meterlo en la escena usando por momentos la cámara como si fuera un documental, como en el tiroteo de Little Bohemia. El video permite a Mann olvidarse de la iluminación complicada, lanzar un montaje casi violento y con una imagen muy contrastada. Esto funciona muy bien por momentos, especialmente en las secuencias de acción, pero a veces da la sensación de estar viendo de la comunión del hijo de la vecina (para ser justos, aquí habría que tener en cuenta lo explicado en el primer párrafo).

El resultado es una película que decepciona. Decepcionan sus protagonistas, decepciona el guión y visualmente es por momentos desconcertante. Es una pena porque Mann tenía en sus manos todos los ingredientes para hacer una gran película. Tenía una historia potente, grandes actores y su propio talento. Sin embargo Enemigos Públicos caerá pronto en el olvido.

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